El ser humano siempre quiere más y pierde la consciencia de que todo tiene un límite.
La mayoría de profesionales y empresas que obtienen éxitos puntuales y «se vienen arriba» con un crecimiento desmedido, suelen convertir lo que había sido un constante y exitoso ascenso en un punto de inflexión hacia lo que puede desembocar en el fracaso más absoluto.
Todos hemos conocido proyectos que una vez han alcanzado la cima, desaparecen o merman tanto su servicio al cliente que pasan a convertirse en una empresa más en esa lista de «empresas que pudieron ser y no lo fueron».
Y es que después de tocar techo sólo quedan dos opciones:
1 – Mantenerse.
2- Bajar el nivel.
Para lo primero es necesario ejercer un liderazgo real, honesto y humilde. Un liderazgo en el que no tiene cabida la soberbia que irremediablemente aparece cuando el éxito llama a tu puerta. Tener la capacidad de observación necesaria para entender un contexto que cambia continuamente, escuchar, dedicar tiempo a lo importante.
Para lo segundo, simplemente hay que hacer todo lo contrario y ver cómo lo que has creado con tanto trabajo se viene abajo irremediablemente.
La buena noticia es que siempre puedes volver a intentarlo.
El crecimiento sostenido sólo es posible cuando tienes la capacidad de identificar tus límites, dotarte de las herramientas y recursos necesarios para dar más pasos y llegado el momento, darlos.